UGANDA

He de decir que mi corazón se quedó en África la primera vez que la conocí. Nunca me había planteado la posibilidad de viajar a Uganda, un país que ni tan solo era capaz de ubicar en el mapa de África y que muy poco conocía de él. Gracias a mi profesión, tuve la posibilidad de conocerlo en un viaje de prospección para agentes de viajes.
El olor a tierra mojada, la maravillosa sonrisa blanca de esos rostros tan oscuros, la inocencia de la gente, el rusticismo de las calles, el sinsentido de la civilización en medio de la naturaleza, me hacen latir el corazón.

Para empezar, el aeropuerto internacional no se encuentra en la capital, se encuentra en Entebbe, una localidad mediana en medio de la nada a unos 50 kilómetros de la capital y los hoteles son pequeños hoteles boutique repletos de sabor africano.
El primer día pude visitar el único parque en el mundo de rinoceronte blanco y a pie. Fue una pasada de experiencia y pudimos llegar al parque natural de las cataratas Murchison, de noche, con lo cual no pude ver mucho. Amanecer, abrir la cortina de la habitación y encontrarte en un vergel a orilla del Nilo, te hace saber que estás en un lugar especial.
A partir de ahí todo fue increíble: el parque Queen Elisabeth, los leones, la selva y el canal de kazinga, repleto a rebosar de animales, miles de elefantes, hipopótamos, rinocerontes y gacelas disfrutaban ante nosotros para nuestro deleite mientras navegamos hacia el lago Victoria.

Si hay que morir viajando,
que sea en África

A medio viaje fuimos a ver chimpancés en libertad. Te hablan tanto de los gorilas que los chimpancés no suelen generar altas expectativas. Tras 3 horas de extenuante caminata, no habíamos visto nada. Dispuestos ya a regresar, sin éxito, de repente un ruido ensordecedor se empezó a oír sobre nosotros. Las copas de los árboles iban como locas, se escuchaban las hojas y un fuerte chillido como de mil niños llorando a la vez. De repente, vimos la sombra de los chimpancés sobre nosotros, empezando a “marcar su territorio” sobre nosotros y bajando de los árboles para rodearnos. No hay palabras para describirlo.
El broche de oro sin duda es la visita a los gorilas. En el mundo solo se pueden ver gorilas en libertad en Ruanda, República Democrática del Congo y en Uganda. Solo hay 58 permisos por persona al día. Es solo para unos pocos privilegiados.

La adrenalina recorre tus venas y te sientes realmente un afortunado. Para regresar a Entebbe y recorrer todo el país de sur a norte hay que tomar una avioneta, volar sobre el Nilo, la selva impenetrable de Windi y el lago Victoria. Es como estar en una película.
Si hay que morir viajando que sea en África, por favor.

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